Una fila de regalos le esperaban, cuidadosamente colocados sobre la mesa. El sol parecía ser cómplice de la sorpresa filtrando su luz a través de la ventana, haciéndole despertar. Bajó las escaleras pesadamente. Y los vio.
Sólo podía escoger uno de ellos. Al menos, de momento.
Algunos estaban envueltos en papel de atractivos colores. Ignorantes, desean fervientemente ser abiertos para mostrar su decepcionante interior.
Otros, de papel más discreto, sencillamente no esperan ser abiertos.
Otros, de papel de segunda mano arrugado, están orgullosos de ver un cambio en la expresión del que recibe el regalo. En su interior guardan un gran regalo. Y los ojos que lo contemplen brillarán por haber recibido algo de gran valor.
Otros, también llamativos, son conscientes de lo que contienen. No quieren ser abiertos porque no hay nada peor que ver unos ojos que pasan de transmitir ansiosa ilusión a mostrar una triste decepción.
Lo difícil es elegir el regalo adecuado.