Dicen que nada permanece, que todo cambia.
Es tan cierto…
Hace un tiempo, oí unas palabras que hubiera preferido no oír. No por las palabras en sí, sino por la boca de la que procedían. Es una chorrada impresionante, pero a la vez no.
- Bueno, la canción está chula, pero está un poco desfasadilla, ¿no? – ZAS! En toda la boca! Noté la bofetada aunque sus manos siguieran pegadas al volante.
- Miré por la ventanilla mientras la canción sonaba. Y pensé.
¿¡¿¡Perdón?!?!?!
¡¿Soy amiga de un chico cuyos gustos dependen de lo que las discográficas dictan?! ¿Sus gustos no son propios? Si una canción te gusta, ¡te gusta, joder! Que sí, que los gustos cambian, ¿pero en 1 ó 2 meses? Bailar hasta tener agujetas, ¿¿¿y ahora le parece “desfasadilla”??? ¡¡¡Pues a mí me gustan canciones de hace 20 o 30 años!!! ¿¿¿Te parece desfasado eso???
Me doy cuenta de que he compartido mucho tiempo con el tipo de gente a la que he criticado en cantidades industriales… No le había visto bien, me alejé un poco: zapatos acabados en punta, lametazo de vaca, gafas de sol tipo garrulo…
No digo que no tenga personalidad; de hecho, la tiene, y bastante fuerte. Pero… ya no le veo de la misma manera… O más bien, ya no le veo. Quizá sus gustos para la música no son los únicos que varían de la noche a la mañana.